Antonio Claro Yumare, artista plástico popular, nacido en el sector Baloa de Petare en 1930. Se dice que la proximidad con el pintor Tito Salas, en su Hacienda El Toboso, lo influenció para dedicarse al trabajo artístico. Su experiencia no se limita a la pintura, sino que realizó un tránsito por el oficio de ayudante de marquetería, fue herrero de muebles y profesor de pintura.
Yumare, vive donde vivieron los primeros y últimos habitantes indígenas “de Cara al Río” en la frontera sur del pueblo antiguo de Petare, frente al río Guaire, en una pequeña construcción hecha con sus manos que alberga a su esposa Nelly, a sus hijos y a su nieto.
Nos atiende con mucho afecto a pesar de lo delicado de su salud. Con cuidado vamos desprendiendo momentáneamente sus pinturas de las paredes de la sala, para iniciar el registro de las 15 piezas que forman su colección doméstica.
Su obra es sincera y si artificios, muestra la naturaleza de un quehacer con profunda vena espiritual. En la colección íntima de Yumare destaca la serie dedicada a los momentos vividos por Jesús desde su condena hasta su crucifixión; también recrea escenas de la tradición cristiana como La huida a Egipto, el Bautismo de Jesús o su Última cena. En estos lienzos escarcha el fondo para atrapar la luz espiritual; a ratos experimenta con los ensamblajes y coloca pequeños objetos (medallas o cadenas) para lograr acentos visuales o trabaja a partir de la estatuilla industrial, para crear un fondo idealizado. Lo celestial y lo terrenal están el planos diferenciados su paleta es clara y sus formas suaves.
Petare colonial es su entorno preferido, a este pueblo dedica obras llenas de recuerdos y de lugares que ya no son los mismos. El Cristo de la Salud de Petare y el patroncito el Dulce Niño, coronan procesiones y santiguan la villa. También conserva imágenes agrestes, de cultivos, animales y gente del campo. Su representación de la naturaleza suele ser esquemática y seriada, ramilletes de flores que se insertan en sus obras y resuelven la composición.
Un cuadro significativo para el pintor es el paraíso terrenal protagonizado por una Eva recostada a modo de las “majas” clásicas. La obra de “Clarito” se parece a los exvotos que alguna vez llenaron las iglesias, obras donde el esfuerzo del individuo por superar las circunstancias son ofrendas de gratitud por el dolor superado.
